Misa 14 de febrero 2021
Homilía VI Domingo del tiempo ordinario
“Quiero: queda limpio“
Papa Francisco: En el Evangelio de hoy la lucha de Jesús afronta un caso emblemático, porque el enfermo es un leproso. La lepra es una enfermedad contagiosa. que no tiene piedad, que desfigura a la persona, y que era símbolo de impureza: el leproso tenía que estar fuera de los centros habitados e indicar su presencia a los que pasaban. Era marginado por la comunidad civil y religiosa. Era como un muerto ambulante. El episodio de la curación del leproso tiene lugar en tres breves pasos: la invocación del enfermo, la respuesta de Jesús y las consecuencias de la curación prodigiosa. 1. El leproso suplica a Jesús «de rodillas» y le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». 2. Ante esta oración humilde y confiada, Jesús reacciona con una actitud profunda de su espíritu: la compasión. Y «compasión» es una palabra muy pro funda: compasión significa «padecer-con-el otro». El corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de Dios por ese hombre, acercándose a él y tocándolo. Y este de talle es muy importante. Jesús «extendió la mano y lo tocó… la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio». La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no torna distancia de seguridad-y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y precisamente así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Jesús toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de él su humanidad sana y capaz de sanar. 3. Esto sucede cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos «toca» y nos dona su gracia. En este caso pensemos especialmente en el sacramento de la reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado. Una vez más el Evangelio nos muestra lo que hace Dios ante nuestro mal: Dios no viene a «dar una lección» sobre el dolor; no elimina del mundo el sufrimiento y la muerte, viene a cargar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a conducirla hasta sus últimas consecuencias, para liberarnos de modo radical y definitivo. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios.»4. Hoy, el Evangelio de la curación del leproso nos dice que si queremos ser auténticos discípulos de Jesús estamos llamados a llegar a ser, unidos a él, instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación. Para ser «imitadores de Cristo», ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, y de tocarlo y abrazarlo